Un mar de experiencias, un diluvio de propuestas. Reseña del libro El Agua en nuestras manos, de Pedro Moctezuma Barragán

Luisa Paré

(A partir de la presentación del libro en el puerto de Veracruz, el 6 de septiembre de 2024).

Este libro, muy particular, tiene nada menos que 537 páginas. Escribirlo (y leerlo) son verdaderas hazañas, como lo es también hacerlo disponible a precio razonable, mérito de la política editorial del Fondo de Cultura Económica. Su primera presentación en diciembre de 2023 en el auditorio de Conahcyt en la CdMx no sólo recibió aplausos, sino que literalmente fue interrumpida por un temblor; la sala fue momentáneamente evacuada. 

Ligados al gobierno del agua ha habido otros “curiosos” eventos. En marzo de 2019 se quemaron cuatro pisos de la Torre de Conagua, donde se encontraba la documentación de las concesiones de agua, los contratos, etc. Le siguió un ataque cibernético que puso en coma a la institución por tres meses. A la fecha, sin explicaciones ambas situaciones. Valga la analogía entre el sismo y el incendio para decir que esta obra representa un parteaguas y hace sonar los dispositivos de alarma para que la sociedad tomemos el agua en nuestras manos, pero a la vez que las instituciones responsables cumplan con sus obligaciones y deberes.

El libro sale a la luz en un peculiar contexto legislativo y climático. Tres legislaturas han incumplido el mandato constitucional establecido en la reforma al Artículo 4º, que asienta el derecho humano al agua y al saneamiento. No han promulgado la Ley General de Aguas que debería estar en vigor desde 2013. Mientras tanto, este año tuvimos en México y otros países las temperaturas más altas jamás registradas. Todo esto nos hace hablar de crisis hídrica, de estrés hídrico, de injusticia hídrica. 

Se trata de un libro particular porque es a la vez la obra de Pedro Moctezuma, el académico de la UAM-Ixtapalapa, pero también de Pedro el activista en la colonia San Miguel Teotongo y otras de la misma delegación Ixtapalapa, hoy Alcaldía, co-fundador, junto con habitantes de San Miguel, de la UPREZ. Al relatar la saga de la Coordinadora Nacional Agua para Todxs Agua para la Vida constituida formalmente en 2014 Pedro le da voz a todo un movimiento, a toda una comunidad presente en los 32 estados del país. Es una obra a la vez teórica y práctica, una caja de herramientas como al propio autor le gusta nombrarla. En fin, una invitación a tener “el agua en nuestras manos” ya que, parafraseando a un político, Charles de Gaulle, el agua es demasiado importante para dejarla en manos de políticos.

El libro no se queda en el nivel de la crítica o del diagnóstico, sino que, como cronista del movimiento, rescata las experiencias que representan y aportan esperanza para el futuro, a pesar de la situación crítica agudizada por el cambio climático.  Pedro nos ofrece una amplia recopilación de la lucha de Agua para Todxs, resaltando la hazaña de haber elaborado colectivamente una propuesta de Ley General de Aguas y de haber reunido casi 200 mil firmas para que ésta fuera admitida como Iniciativa Ciudadana por el Congreso. También muestra cómo se puede seguir avanzando ante los retos actuales y futuros. Lo que nos ofrece no son recetas, es el recuento de décadas de experiencia como militante de izquierda. Sí, la verdadera izquierda, con trabajo de base. 

En su activismo y como académico, desde mediados de los años 90, Pedro, junto con su compañera Elena Burns impulsaron investigaciones y procesos formativos y organizativos en la región de Tlalmanalco y Amecameca, estado de México a través del Centro Centli, vinculado a la UAM Ixtapalapa. Desde ahí impulsaron la formación de la Comisión de Cuenca de los Ríos La Compañía y Amecameca y aportaron documentos trascendentales para la gestión de la Cuenca del Valle de México. Grande fue la frustración de toparse con el desinterés y oposición de las instituciones responsables del agua hasta ver desvanecerse la Comisión. Pero el Plan de Gestión de la cuenca del Valle de México ya podrá ser realidad, como también lo será el rescate del lago Tlahuac-Xico, ya decretado. Vemos el Pedro funcionario, Secretario del Agua en el estado de México recuperando todos estos trabajos que no fueron inútiles. 

De ahí se desprende, en el capítulo 10, un eje central de la obra: la planeación transformativa. Cito a Pedro: “Para lograr objetivos transformativos a futuro en el territorio es necesario planear y, al hacerlo, construir los sujetos capaces de lograrlo hasta hacer la realidad la visión común. Esta propuesta se diferencia del romanticismo y de la banalidad de los mensajes en redes e iconos de camiseta. Es necesario pasar de la protesta a la propuesta. Se requiere construir procesos de trabajo hacia dentro o incidir en políticas públicas a través de acuerdos transparentes”.

Las estrategias del sujeto en la planeación transformativa, y la necesaria articulación entre los sujetos involucrados conforman el concepto fundamental de la obra. Si bien Pedro considera esta obra como un Manual para la buena gestión y gobierno del agua hay que destacar que subyace a lo largo del texto una discusión política con una gran solidez histórica y conceptual. Regresemos entonces al Dr. Moctezuma, el teórico quien, en el capítulo 8, nos habla de los obstáculos para la gestión equitativa y sustentable del agua. A partir de conceptos gramscianos nos explica por qué las cosas están como están en términos de crisis hídrica e injusticias. Hace un recuento que inicia en el sexenio de Echeverría y sigue con las tres administraciones neoliberales encargadas de sentar las bases de lo que ahora denominamos la crisis del agua.

Esta recapitulación de una historia relativamente reciente es fundamental en esta época donde hay una tendencia a no matizar en el antes y el ahora, un desconocimiento o una pérdida de memoria de cómo eran las cosas antes, a oponerse sin proponer o proponer sin entender cómo interactúan o no interactúan diferentes actores, afectados, funcionarios, investigadores, activistas, legisladores. Se pierde de vista quiénes son los amigos y quiénes los enemigos. Pedro nos presenta las sucesivas mutaciones en el bloque en el poder hasta el momento actual. Su análisis de los obstáculos para una gestión justa y sustentable del agua deja muy claros, desde un principio, los obstáculos políticos.

Nos dice Pedro que en este lapso de tiempo ha habido dos cambios importantes relativos al agua: la percepción del agua como bien común fue sustituida por otra, como mercancía; además, se han producido cambios tecnológicos y de orientación productiva hacia ramos industriales o agropecuarios de alto consumo de agua, siempre puestos por delante de la satisfacción de las necesidades básicas de consumo de humanos y no humanos (es decir de los ecosistemas). Es en este contexto que podemos entender la resistencia a aprobar una nueva Ley General de Aguas que necesitamos y merecemos; los acuatenientes, como los llama Pedro, se aferran a una ley que les permite encubrir sus intereses, la Ley de Aguas Nacionales (LAN), misma que permitió cumplir con las exigencias del Tratado de Libre Comercio y lo que le ha seguido. 

El autor muestra que estos poderes fácticos o el bloque hegemónico inciden al punto de haber logrado “colocar” a sus miembros como piezas clave en las instituciones legislativas y en las responsables del manejo del agua, con la misión de bloquear decisiones consensuadas, reglamentariamente resueltas, presentadas en tiempo y forma y que sólo requerirían de un seguimiento básico. En México ha habido un avance consistente en la privatización y la construcción de mega-obras hídricas, de la mano de la apropiación privada del agua para favorecer a la megaminería, a distintas ramas agropecuarias, industriales y de servicios, a las embotelladoras y a los desarrollos inmobiliarios, cuyos grupos corporativos han acumulado poder político al amparo de la LAN. 

Esta es la realidad y la pregunta que nos hace Pedro es: ante este bloque hegemónico –como diría Antonio Gramsci– ¿cómo construir el contrapoder?, ¿donde está nuestro poder?, lo que nos lleva al tema de los sujetos. Él identifica dos vías principales por las cuales los sujetos comunitarios del campo y la ciudad logran un buen gobierno del agua: mediante el manejo de sistemas comunitarios del agua, hoy sin reconocimiento jurídico, y a través de la participación en instancias autónomas o mixtas de toma de decisiones, entendiendo como mixtas los Consejos consultivos, los órganos de gobierno de los organismos operadores del agua. Actualmente, los que existen son una simple formalidad. Para el fortalecimiento del sujeto, nos advierte Pedro, es fundamental la resiliencia de las culturas originales y una nueva cultura de autonomía que logre romper las ataduras corporativas, las exigencias distribucionistas, o sea el asistencialismo y las cadenas de sumisión. 

Esta participación no viene por decreto, sino que está plasmada en las experiencias que se han dado a lo largo y ancho del país y que nos dejan enseñanzas muy valiosas. En el capítulo donde aborda la pregunta ¿dónde está nuestro poder? nos presenta las luchas que se dieron desde los sujetos comunitarios, las organizaciones comunitarias, las universidades autónomas y, sobre todo, los pueblos originarios, principales víctimas del despojo territorial, no para victimizarlos sino para aprender, reivindicar sus luchas y seguir por este camino. Desfilan la nación yaqui, la Huasteca potosina, los valles centrales de Oaxaca, los pueblos del Anáhuac, de la Sierra Norte de Puebla y también de las colonias de las comunidades urbanas. Regionalmente y nacionalmente, muchos de los grupos organizados antes nombrados convergieron en conformación de la Coordinadora Nacional Agua para Todxs Agua para la Vida. En 2015, en el día Mundial del Agua se habían acumulado fuerzas para realizar 36 acciones en 32 identidades de la República. En este largo recorrido, contado de manera minuciosa e incluyente, se va dado el contexto político, de los cambios de titulares del gobierno federal, las acciones más relevantes como la colecta de firmas para impulsar la Iniciativa Ciudadana de Ley General del Agua y el Toxi-Tour de norte a sur, que permitió visibilizar los infiernos ambientales y las injusticias en torno al despojo del territorio y sus aguas. 

Este es un libro valiente, no sólo porque critica situaciones existentes sino porque señala, sin tapujos, tanto las críticas y decepciones como los aciertos. Por ejemplo, este fragmento: 

Comenzando el nuevo gobierno (2018) fue desconcertante el maridaje entre viejas y nuevas realidades, como el hecho de que la dirección de la Conagua, bajo Blanca Jiménez, ratificara a personajes del PRIAN profundamente comprometidos con los grandes negocios extractivistas de los dos sexenios anteriores. 

Encontramos ejemplos de cómo la Conagua siguió al servicio de los millonarios del agua y caciques regionales del recurso, de cómo se les fueron dando de manera indiscriminada más y más concesiones. Incluso el panorama nacional se ensombreció por consultas amañadas por el tema de la termoeléctrica en Morelos y el martirio de Samir Flores. Pero también nos habla Pedro de las muchas cosas positivas, como la cancelación del proyecto de mina de oro de Los Cardones en Baja California, la consulta en Mexicali sobre la planta de la Constellation Brands o, finalmente, aunque con retraso, la cancelación de la presa el Zapotillo acompañada de la disculpa pública del Estado mexicano por lo que vivieron los opositores.

Frente a una visión ingenieril y fragmentada del agua, agua mercancía, estructura institucional piramidal, ajena a una visión del ciclo social del agua como un todo, Pedro nos convoca (y Elena Burns, y todo el movimiento Agua para Todxs Agua para la Vida) a una REVOLUCIÓN DEL AGUA basada en otro paradigma: agua bien común, basada en la gestión de ciclos del agua como una totalidad. Una “nueva” cultura del agua, que a la vez es ancestral, y que está presente en los territorios de pueblos originarios donde subsisten memorias, prácticas y espiritualidades de raíz prehispánica.