Justicia epistémica, también conocido como juntadero o compartencia del mundo
Alejandra Guzmán Luna
Nora María Samayoa Aguilar
Amparo Albalat Botana
Olga Domené Painenao
Liliana Robles Bautista

Resumen
Estas líneas comparten la sistematización de un espacio de encuentro, donde se expresaron sentires y experiencias alrededor del concepto Justicia Epistémica (JE). Si bien la redacción de este documento estuvo a cargo de compañeras provenientes de la academia militante, en el espacio de encuentro buscamos ubicarnos al margen de esta institución, lo que permitió que habláramos y sintiéramos una pluralidad de territorios campesinos, periurbanos y urbanos. Así, y a través de la palabra compartida, la categoría de JE fue reapropiada al cuestionar su significado, transformándose y asumiéndose como juntadero o compartencia o, de cualquier otra forma, donde lo que se busca es incluir e invitar a personas con diferentes experiencias y conocimientos a construir en colectivo. Entonces, se manifestó la necesidad de humanizar los procesos, de conocer las historias, de invitar al diálogo, de reconocer al nombrar, de respetar los tiempos, así como evidenciar responsabilidades y acuerdos, entre otros elementos que llenaron de vida al caracol colectivo. Pero también, vimos la inclusión e invitación como un modo de confrontar las desigualdades provocadas por relaciones de poder que sustentan al patriarcado, el colonialismo y el adultocentrismo. Finalmente, creemos que solo hay justicia cuando compartimos con otras y otros nuestras formas de manifestar y de pensar la vida, un espacio seguro donde afloran las rabias, pero también las alegrías radicales.
Palabras clave: Academia militante, Construcción colectiva, Incluir
Para empezar
Las reflexiones contenidas en este texto son el resultado del Grupo de Diálogo (GD) “Justicia Epistémica” ocurrido en el marco del IV Encuentro Internacional de Investigación Acción Participativa (EIIAP) llevado a cabo en octubre del 2022 en Coatepec, Veracruz. En este GD participamos 20 personas, en su mayoría mujeres que hacemos parte de algún proceso académico-militante. En las conversaciones llevadas a cabo durante tres días fueron particularmente importantes los aportes de las seis personas que no se identifican con la academia, incluyendo uno de los dos varones asistentes. Las voces de estas personas tendieron puentes, un cable a la tierra, fuera de las epistemologías, lentes o perspectivas de las universidades. Aunque había una pareja de Brasil, compañeras de Venezuela y Colombia, todos los procesos desde donde se trazaron nuestras militancias y prácticas de IAP se localizaron en México, específicamente en Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Yucatán, Estado de México, Ciudad de México, Querétaro y Jalisco. Más allá de la división política, nuestras experiencias hablaron desde territorios campesinos, nahuas, mayas, zapotecos, tsotsiles y otomíes, afrodescendientes y poblaciones periurbanas. Los procesos se tejieron entre feminismos campesinos, defensores del agua y del territorio mediante el rescate de la milpa tradicional, de la lengua, semillas nativas, medicina tradicional, manejo forestal ancestral, implementación de huertos escolares, educación ambiental e intercultural críticas y acompañamiento psicosocial, además de artes como danza, teatro y poesía. En suma, nuestras experiencias fueron diversas en sus territorios y luchas, permitiendo tramar nuestros compromisos políticos y afectivos.
En términos concretos, cinco compañeras inmersas en la academia militante adoptamos la gran responsabilidad de redactar este documento a nombre de todo el equipo. Partimos de las premisas de “no colonizar” la palabra colectiva, de seguir los principios IAP y de justicia epistémica. Es decir, no vamos a interpretar o manipular lo que las otras personas dicen para que se ajuste a nuestras percepciones.
Más bien, vamos a tomar acuerdos y a generar las condiciones para que todos y todas se sientan incorporadas y libres de aportar para la construcción colectiva. En este sentido, después de lanzar la invitación a todas las asistentes del GD a formar parte del grupo motor que redactaría este documento, trabajamos en un primer borrador con base en los audios, notas e imágenes producidas en los tres días de trabajo en el GD. Una vez que tuvimos el primer borrador, lo socializamos con el resto de las asistentes al GD, así, con el visto bueno de la mesa de diálogo, nuestras letras se muestran a quien quiera leer.
Cómo construimos este diálogo
Con el objetivo de describir el proceso mediante el cual realizamos este documento, nos planteamos la organización de esta sección en tres momentos vividos:
Pre-encuentro. La comisión encargada de la gestión de los GD envió un formulario de registro al IV Encuentro IIAP. En este documento, la comisión solicitó a cada asistente compartir una o dos preguntas generadoras de diálogo, las cuales fueron categorizadas dentro de temas paraguas, es decir, aquellos que son suficientemente amplios para incorporar varias preguntas. Uno de esos grandes temas fue el de justicia epistémica que albergaba a las preguntas que cuestionaban sobre la redistribución del poder, la horizontalidad, el patriarcado, colonialismo y adultocentrismo.
El encuentro. Decidimos iniciar conociéndonos para lo cual nos organizamos en equipos. Después colocamos las preguntas generadoras al centro, sobre las que reflexionamos y dialogamos, tomando notas y dando respuestas con el objetivo de compartir. Más adelante, integramos las reflexiones en una figura de caracol (Figura 1.) y generamos acuerdos sobre su exposición en la plenaria. Finalmente, tres compañeras compartieron en la plenaria del EIIAP. Para facilitar la sistematización, pedimos permiso y grabamos lo platicado en el DG y la plenaria.
Redacción de este texto. Para poner las ideas y reflexiones colectivas, las asistentes decidieron compartir nuestras reflexiones en forma de un fanzine (incluido al final de este texto) y el presente texto. Las facilitadoras del GD hicimos un grupo de WhatsApp en donde lanzamos una invitación a todas las aspirantes a ser “justicieras epistémicas” para formar parte del grupo motor responsable de sistematizar la experiencia y el fanzine. Para este texto, trabajamos en un primer borrador con base en los audios, notas e imágenes de los tres días de diálogo. Una vez que tuvimos el primer borrador, lo socializamos con el resto de las asistentes al GD.
“Quizá la palabra más adecuada hubiese sido otra ¿no?”
Darío, “descendiente directo de la comunidad Otomí Ñañu”, quien nos compartió sobre la defensa del agua que su comunidad está llevando a cabo en Querétaro, al inicio del diálogo, asertivamente comentó con respecto al término justicia epistémica: “Quizá la palabra más adecuada hubiese sido otra ¿no?, este lugar desde el cómo, desde el lugar ¿no?”. A las asistentes no nos quedó más que reír frente a lo paradójicamente injusto en términos epistémicos que implica el uso de ese concepto, porque no todas las personas lo entienden. Entonces, empezamos a dialogar sobre qué quiere decir eso desde las múltiples realidades. Así, algunas compañeras mencionaron que ellas lo conocen como juntadero o compartencia. Estos términos pueden ser una forma más justa de nombrar lo mismo. De todas formas, como le llamemos, todas coincidimos que lo más importante es que sepamos que lo que queremos es incluir e invitar; generar un ambiente de confianza para personas con diferentes experiencias y ganas a construir en colectivo.
Las palabras de las compañeras que no están en la academia nos conectaron a la tierra, es decir a la realidad. Las compañeras advirtieron sobre el riesgo de que en este mismo espacio -y con ello probablemente en otros- quienes provenimos de entornos académicos estemos tratando de imponer nuestras lógicas y reproduciendo las relaciones de poder que estamos tratando de desafiar. Sin embargo, todas y todos en este GD estuvimos con el corazón abierto para seguir aprendiendo y contribuyendo. Reconocemos que “a veces hay que destruir, pero también construir; tenemos que cuidar la fragilidad”. Nosotras, quienes escribimos este texto, entendemos ese cuidado como la atención que ponemos a las comunidades y territorios que nos permiten acompañarles en nuestra labor académica-militante, por lo que debemos poner nuestros privilegios al servicio de sus procesos. Como, en este caso, estar abiertas a utilizar otros conceptos y a entenderlo diferente.
Desde ahí, nosotras asumimos que la justicia epistémica no tiene un concepto único, ni una sola forma de entenderlo, describirlo, o vivirlo. Tratando de incorporar tanta diversidad, durante el diálogo, vimos que “no teníamos que reconocer, simplemente teníamos que compartir que había otras formas, de sentir, de hacer, de ver”. Nosotras acercamos el concepto de “epistemologías” a verdades o conocimientos, en dónde aquellos milenarios son igual de valiosos que los científicos. Incluso, reconocimos que la aspiración que nosotras nombramos “justicia”, por sí mismo ya tiene sentido en una episteme, o forma de pensar en particular que, a su vez, puede estar reproduciendo una estructura de poder.
Superar las relaciones de poder para tender puentes entre diferentes epistemologías, verdades o conocimientos, no es fácil. Por ejemplo, cuando una o un investigador llega a un territorio campesino o indígena. En este sentido, Darío nos compartió que, desde su experiencia, hay tres posibilidades cuando esto ocurre. La primera se refiere a aquellas personas de las comunidades “que luego, luego se entregan a los güeritos, a los blanquitos”. La segunda es “darles el avión”, y la tercera es poner resistencia porque nuestra presencia como académicos “sí es de causar ese alejamiento ¿no?”. Esto, como una forma legítima de resistencia frente a la reproducción de formas de colonialidad que las y los investigadores somos altamente susceptibles a reproducir. Por ejemplo, en su participación describió el empleo de categorías enajenantes a las comunidades: “Nosotros nos etiquetan, alguien nos dijo que éramos indígenas dicen… no sé desde cuándo pues”. De esta forma, aunque haya buena voluntad, no deben olvidarse las relaciones de poder asimétricas que subyacen cuando se trata de construir horizontalidad.
“No nos llamaron, nosotros llegamos”
En lo que sigue, nos interesa compartir algunas reflexiones transformadoras y (auto)críticas sobre cómo las y los investigadores establecemos una relación con las personas y sus territorios al pretender acompañarles desde la academia.
Como académicas con un posicionamiento ético-político, antes de adentrarnos a un territorio tenemos que revisar nuestras propias epistemes. Tenemos que reconocer que la academia está cargada de prejuicios, y por lo tanto nosotras también lo estamos.
Partiendo de que todo es de ida y vuelta… nos recordamos lo útil de conocer el contexto histórico de los espacios que habitan las y los sujetos con quienes queremos participar, los espacios-tiempos en los que aspiramos a pertenecer o por lo menos estar. En este proceso, reconocemos que hay muchos territorios con deudas históricas, comunidades enteras desplazadas y despojadas, que han sufrido traiciones reales, que hay enojos y desconfianzas justificables.
Con excepción de Yolanda, una compañera que venía de Oaxaca, el resto de las asistentes partimos de que al iniciar un proceso de colaboración en los territorios “no nos llamaron, nosotros llegamos”. Lo que nos coloca en una posición muy particular en la que, quien tiene el interés en establecer una relación de colaboración y hacerlo desde un compromiso ético político somos las académicas, no necesariamente las personas que habitan los territorios. Así, un segundo o tercer momento en la aproximación a territorios, quizá todo va en un mismo plano, es presentarnos con las autoridades locales y sujetos de interés quienes “lo primero que miden es tu corazón” (Yolanda), tus intenciones ¿eres buena persona? Sabemos que toca ser muy observadoras de nuestro diálogo: ¿es claro? ¿es colonialista? ¿es paternalista? entonces, reconocemos que no vamos a salvar a nadie, y que no vamos a validar nada.
Recomendamos ir tan lento como nos sea posible en el pensar y en el hablar. ¿Puedo sentir lo que estoy diciendo y lo que escucho que me dicen? Identificar sus/nuestras resistencias y silencios, sus/nuestros intereses. El reto es invitar al diálogo, reconocer anhelos y proyectos de vida, cómo los hacemos comunes, cómo nos sumamos a intereses y necesidades de un colectivo. Como dijo Darío: “Muchos conocimientos, pero a la vez conocer nuestras potencialidades, descubrir potencialidades, negociar”.
También, queremos normalizar el explicitar intereses y ganancias mutuas, no romantizar las relaciones. Algo tan simple como poderoso: evidenciar responsabilidades y acuerdos. Repensar necesidades y formas de participar. Como Yolanda dijo: “no sólo el listado de los privilegios estructurales, sino ponerlos en función de la tarea que queremos compartir”. Desde esta responsabilidad generada por la manifestación de nuestros intereses particulares, pero también por el compromiso con el que nos acercamos, como dijo Yolanda “necesitamos que en los acuerdos haya muchísima honestidad sobre nosotras mismas, y sobre nuestra fragilidad.
Y entonces, teniendo claro esto y que todas realmente podamos estar de acuerdo con los acuerdos, válgame la redundancia, nos compromete a ser responsables una con la otra. Y creo que ahí es donde empieza la juntanza”.
No obstante, como investigadoras, estudiantes o profesoras, la academia nos pone objetivos muy específicos “tienes que encontrar algo que sea más, algo más grande y de eso, además titularte”. Es decir, buscamos alcanzar a la vez que trascender nuestros objetivos académicos. Vale la pena que, si bien cumplamos con estos objetivos, podamos encontrar nuestro aporte, valorando a la vez los intereses de la comunidad y, sí así lo deseamos, cultivar la amistad, respetando sus ritmos propios, haciendo algo por la comunidad, estando y viviendo dentro del mundo para transformarlo…. claro, eso nos implica casi llevar una doble vida. Quizá en el fondo, o no tan fondo, lo que queremos en nuestros corazones es que la academia se abra, que reconozca y que entienda otros ritmos y formas de saberes, de reproducciones, de modos de vivir la vida, que entienda otros lenguajes y contextos, eso es lo que tenemos ganas de que suceda.
Nos inclinamos hacia la observación participante, sin dejar de cuestionar el concepto de la participación. Pensar que la participación se realiza solamente mediante el diálogo, puede implicar que estamos imponiendo nuestras epistemologías al favorecer de antemano un tipo de práctica sobre otras. Por tanto, reconocimos la importancia de nosotras sumarnos a lo que las comunidades nos inviten, como a cocinar o a las fiestas, no solamente el diálogo, en sentido estricto. Como Yolanda y Olga comentaron, nos auto invitamos a reflexionar desde abundancias de recursos, de articulaciones, de organización, de capacidades, de resistencias, y desde lo que cada quién pone al servicio de un proyecto o proceso común.
Cada individuo o colectivo tiene espacios y tiempos preferentes, es importante ser sensible a ello, decidamos cómo integrarnos, cultivemos relaciones genuinas y honestas, si no de amistad, por lo menos de respeto. Por ejemplo, en la organización o preparación de una fiesta, asamblea o faena, al compartir un problema o logro, lo mismo que en un taller o reunión por zoom, no llegar y disponer la forma y tiempos del diálogo. En pocas palabras: humanicemos los procesos. Vale la pena preguntarnos “¿qué de lo que estamos haciendo junto con… abona al proyecto de vida de la familia, de la persona, del colectivo?”
Identificamos también la importancia de nombrar a los individuos que nos enseñan, que nos inspiran, así como nombrar a los colectivos, visibilizar todas las narrativas, equilibrar las participaciones desde la honestidad. Finalmente, se hace necesario usar otros conceptos y prácticas como compartencia, juntanza, dolorosidad, entre otros, además de construir conocimiento desde otros referentes incluyendo sensaciones, formas, colores, texturas y olores.
Por último, pero igual de importante, reconocer y nombrar en forma de citas lo que aprendemos de las personas cuyo proceso acompañamos. Así no nada más se cita entre académicos, sino también a los intelectuales orgánicos o cualquier persona que nos enseña. Este principio se ve reflejado en la Figura 1, presentada más adelante.
Caracol de la palabra colectiva
Después del diálogo y las demás actividades que se llevaron a cabo en el encuentro, todas las integrantes del GD emprendimos manos a la obra vaciando nuestras reflexiones en un papelote para compartir en plenaria. Establecimos acuerdos sobre el formato y sobre qué poner, poniendo en práctica la JE. Construido colectivamente, en la Figura 1 mostramos un espiral-caracol con algunas citas para ilustrar a qué nos referimos con algunos de los 38 elementos identificados.
¿Naufragamos? ¿llegamos a la orilla?
Habiendo nombrado algunas lecciones transformadoras, nacidas de interpretaciones críticas, o más bien autocríticas, y por lo tanto liberadoras, reconocemos y nos reconocemos con naufragios que también iluminan nuestro camino.
A manera de conclusión y juntando las voces, reconocimos algunos retos y formas en cómo las compañeras las han encarado. Por un lado, pueden tener lugar rencores sociales que vienen de la inequidad entre las y los participantes, por lo que se hace necesaria una actitud responsable de cómo ponemos estos privilegios al servicio del proceso al que estamos entrando.
Un reto importante es generar un espacio seguro para hablar con honestidad y sin miedo a ser. Para lo cual proponemos que sea el o la investigadora quien dé el primer paso en ser transparente y entrar con humildad.
Otro reto identificado fue el patriarcado, Mirna compartió su experiencia con la resistencia que los hombres “machines” de las comunidades tienen frente a la inclusión de mujeres externas. Frente a lo cual la estrategia, ha sido buscar otros espacios para conectar entre mujeres, como la cocina, o “adaptarnos nosotras a lo que ellas hacen”, como mencionó Yolanda. De la mano con esto, Thelma mencionó la incorporación de las niñeces a los procesos, para esto es necesario explícitamente generar espacios de inclusión, considerar a las y los niños en todo momento.
Finalmente, reconocemos la proyectitis, en la cual muchas comunidades están acostumbradas a recibir un pago o una retribución material por su participación en algún proceso. Frente a esto, algunas compañeras compartieron que, mediante la participación y la apertura local a liderazgos dentro del proceso, esto puede ser superado. Estos liderazgos pueden darse particularmente para mujeres, quienes pueden tener mayor apertura a superar las relaciones instrumentales, según la experiencia de una compañera. Pero ante todo, “Hay que respetar, y tiene sentido, se están protegiendo ¿no?”, se trata de procesos de ganarse la confianza (o no) del colectivo con quien colaboramos, y reconocemos que las tensiones siempre existirán.
Además de los naufragios
Nos quedamos con muchos aprendizajes, todos construidos del diálogo de experiencias comprometidas y muy diversas en territorios y luchas. Precisamente por esta pluralidad, reconocimos que utilizar el término “Justicia Epistémica” puede no incluir e invitar a todas las personas, por tanto debemos estar abiertas a aprender de otras verdades, conocimientos o experiencias del mundo. La mayoría de nosotras somos de la academia que, aunque militantes, con privilegios que deben ser puestos a servicio de los procesos que nos han permitido acompañar, porque en la mayoría de las ocasiones nosotras llegamos sin ser invitadas.
Además, debemos partir de que generalmente nos adentramos a territorios históricamente violentados, por lo que es normal que haya desconfianzas. Así, es esencial respetar los ritmos locales, sus formas diversas de diálogo o de convivencia. Coincidimos que la mejor forma de adentrarse a estos territorios es desde la escucha radical, el cuidado, y recordando que, aunque tenemos que cumplir con requisitos académicos, nuestros compromisos políticos los trascienden. Identificamos 38 elementos de la justicia epistémica, y al patriarcado, el adultocentrismo y la proyectitis como grandes retos para los cuales mencionamos algunas estrategias.
¿Quiénes participaron en el Grupo de Diálogo?
Amparo, Tania, Rosy, Nora María, Gabriel, Dario, Lili, Ana Lucia, Liliana B, Yolanda, Olga, Mirna, Thelma, Citlalli, Metz, Aura, Gabriela, y Alejandra.
Semillero: Si alguna lectora o lector se quedó con ganas de conocer más sobre la Justicia Epistémica, juntadero o compartencia, y cómo esto interactúa con la academia militante puede aproximarse a los siguientes recursos:
Textos: Rahman, M. & Fals Borda, O. 1992. La situación actual y las perspectivas de la Investigación-acción participativa en el mundo. En La Investigación Acción Participativa. Inicios y desarrollo, 205-230. Merçon, J. 2022. Investigación transdiciplinaria e investigación-acción participativa en clave decolonial. Utopía y Praxis Latinoamericana 27 (98), e6614174.
Videos: AJ+Español “Epistemicidio: La hegemonía del pensamiento colonial”. Disponible en YouTube https://www.youtube.com/watch?v=CRBaFBuH_GI Fede Mana. “¿Qué es Injusticia Epistémica? – Fácil, rápido y sencillo” Disponible en YouTube https://www.youtube.com/watch?v=s6qReacp6qQ